Meteoro

El agua se vuelve espesa, un poco más todavía que la espera. Cinco sillas diferentes en tantos cafés durante dos días, cuando el mundo sabe que no me gusta: ansiedad del "ex" insomne. Recurro al chocolate, al té, submarino, también a ese que nunca falta. Jugo de naranja con un solo hielo. El asunto es el espacio, salir de una oficina y entrar a uno de estos dicroico & helechos, algún intermedio con algo de madera. Antes un encuentro frágil con esa chica que ahora volvió con el doble de canciones. Termina el último segundo y contra la frente del lugar donde el mismo día, la semana anterior, olvidé un montón de objetos valiosos y ajenos y propios, aparece Diego que me obliga a entrar a otra cafetería. Mejor, entonces, despliega sus sabidurías y nos volvemos transparentes en esa historia de ser los "buenos" frente a la alta moral con que observábamos al que trabaja el misterio: recuperamos veinticinco años después la picardía que es, mejor, sagacidad. Y las fotos nos traen de vuelta a la tierra para mostrarnos que, aunque la luz desaparece cuando toca el horizonte, todavía podemos convertirnos en meteoros.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Viva el reunionismo que te hace tomar cafe 3 veces seguidos en sendos diferentes lugares todo eso en escasas 2 horas.
LLega la tardenoche y no sabes que le dijiste a quien y tampoco te interesa. Sabes que aunque todos sonrieron, ninguno de los 3 prosperara.