En un desierto de gente

Se fue tirando como de una regadera al borde del camino arado alrededor de una casa, inflaba cada sonido, una preparación posible para la frase que venía. Dije todo, ufff, tanto tiempo guardando y planqueando (planteo+blanqueo) y ahora la cama elástica de mandar todo junto y planear, al fin, una despedida sin charla ni mensaje ni llamado: el sonido del chau. Se cae entero el peso de una cama de hierro llena de preguntas, esperanza abierta sobre el piso, paseo largo hacia ahí, abajo, donde ella vive en una torre con su madre, que no me quiere. Nada de relato, fuga purísima de todo lo que me guardé en los últimos cuatro años. Escribí, lejos del planeta, hace tres:

No vas a estar nunca más
leyendo en la puerta de la heladera
las notas que hice
para que abras los ojos
apenas
en el salto de viento frío
que nos separa del mundo.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

esto me hace acordar mucho a los escritos de Abraham Guillen.

fede dijo...

por qué? buenaventura y abraham, corazones sensibles y guerreros, unidos en la galaxia: ambos pasaron por aquí.