Simpatía

El primero sueño en un orden amable, cuando los magnetos llegan para traer un poco de horas seguidas subiendo a flote: desordené átomos tuyos... La única certeza aquí es un "estado", que recuerdo a varios husos horarios al oeste: cuando uno se encuentra gobernado por las fuerzas dramáticas del océano que, oh, se llama como la paz, duerme mínimo ocho horas juntas. Ocurre que, a veces, cuando el lugar acompaña y la compañía ayuda, es demasiado, y el cuerpo ya no aguanta tanto clamor natural, tanta historia transparente, tantas olas y hay que permanecer despierto para no caer rendido a los pies del poseidón en ese caminito. Ayer, en una noche larga, subió la espuma de la simpatía en un ambiente repleto de humo que el maestro Gori organizó con música perfecta y el sabor dulce de lo posible, en los sótanos de la calle Rivadavia donde vi, quizá por última vez en vivo, tocar y exhalar palabras más palabras menos el peluche killer show que él comandaba con demasiada clase. Shalom.

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