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Respirá el fin del pasado, dijo Germán mientras Valentina (sí,
ella, por supuesto) entonaba a mi lado el mantra de las tardes despiertas en balcones. Llegué con cerezas pensando en el río que se va a terminar de golpe, y acabamos el día de a uno primero: todos después en la misma sintonía perfecta. Mi padre afirmó que el Uruguay se queda sin agua cuando arranque fin land a clorificar la madera, y no pude sacarme de la cabeza la única reflexión posible para el club unidos obsesivos de la contienda civil: ¿por qué dos colonias separadas por dos trazos de agua enormes llaman a un tipo
empleado de otro criado por Francisco Franco, con un bastón, para tomar decisiones? Respiré profundo, y el fin no quiere llegar, me agarro como a una balsa, las fruterías ya exponen las veraniegas. Con más ciruelas nos manchamos el cuello y nunca jamás cocinadas, solo apabullantes en la fuente, esa acidez a la mañana alrededor del carozo, ahí, concentrada, leyendo el buclet en el verso número cinco, ese de
estás muy bien (te dije).
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