En el canto de las caracolas
Del ritmo del lunes volvieron los diciembres de miles de cumpleaños, la torta partida entre las mellizas y yo de todos esos años felices en club ypf, banco nación, parque norte: la primera institución que me dio herramientas para alterar la mirada a la cultura argentina navegando por el dial de radio AM mientras maestras jóvenes jipis que se habían refugiado siete años en shows de roc me susurraban al oído que les parecía raro, tan chiquito, escuchando Crucis. ¡EL PEZQUEPEZ! Los mejores amigos, aquellos desconocidos, están soldados en el humo del agua más fría de esa pileta enorme. Ayer pasé cerca de donde todo nació, el sabadoclub anterior a la colonia de vacaciones, cortos animados del otro lado de la cortina de hierro, casi como todos los que gabbo le obliga a poner a la competencia del payaso en ese capítulo que recordaremos siempre. ¿Qué cuernos era "palermo viejo" en el ochenta y uno? Un gran galpón de alegrías con instalaciones uterinas para chicos desvalidos pero felices, aprendiendo justo antes de lo necesario pequeñas armas para remontar el barrilete de la primavera en democracia. Voy a dejar la clave, como dice zamba, para escribir en vivo y en directo, pero sobre la maravilla imbatible de cada diciembre y enero 80-86 no pude, no podré nunca, todo es clave de sol.
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