Algo, algo más
No es lo mismo, claro. En la esfera del presente orbitan tipos de zona norte que repiten "entiende" cada dos minutos, y nosotros entendemos que sus dedos se entrelazan con Miss Pando; con aventurosos que ofrecen candidaturas como tiquets de descuento. Ayer, en el domingo más frío del fin del invierno, le estaba explicando a una amiga por qué miré "El Teatro De Darío Vittori" que Crónica TV mágicamente programa por escenas (a veces, por cuadros) intercalando con videotapes de carreras o noticias que devuelven la fecha: el triunfo de River. La obra era un vodevil de los de siempre, con puertas y pasillos, solamente en el estudio dos espacios con escenografía de alfombras en Estrellas Producciones en la calle Riobamba, c. 1988. Lydia Lamaison brillaba en su balbuceo y sus manos por el aire, tratando de usted a un hijo que debía tener la misma edad. La obra se llamaba "La mujer de mi vida". Ella, madre del tano, dando clases de expresión en un envío sin importancia de un ciclo plomo de la tv comercial que todavía se permitía esos relatos. Las razones, mi amor profundo por los productos audiovisuales de la cultura popular argentina, son las mismas por las que vi sin seleccionarlas especialmente la mayoría de las películas donde participó este cretino. Pero no es lo mismo, por supuesto. Una vez lo distinguí empancartado donde nace Cabildo, cerca de la tumba del dictador, clamando como en misa de Famus para que lo dejen salir. Las huestes de Pando perdieron un soldado. Por suerte, Rafecas gracias, van entrando en la sombra definitiva de a uno y para siempre.
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
1 comentario:
Que suerte que a éste no lo dejaron entrar al panteón de la Asoc. Argentina de Actores.
Publicar un comentario