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Las palabras dicen, en lengua concatenada, como un anillo de remolinos: las mujeres. El murmullo que gobierna días de soledad en dichos sobre el amor que perfora, la amistad que agarra, la familia que cubre. Así, los últimos días de enero que parece mucho más largo porque tiene treinta y un días a treinta grados celsius. La música, de nuevo, los mashap en la fiesta del viernes que ya puedo desplegar como fórmula, mezclando saberes y ritmos, pegar lo pegado por el
maestro de san francisco. Esta mañana, traje a mary lou, con su discografía, puse en ripit esa canción eterna de otro verano, pensé en la frase sobre la memoria fotogénica que se quedó sin película: ayer vi las fotos impresionantes, me descubrí diferente en esa década, con buzos que creí no haber tenido. Siempre, por suerte, abrazado a su encanto y su risa que explota aún más hoy que con la minifalda y el biquini a lunares, no me fui a ver en
tv al señor de montecelio, ni a jugar al galaga dejándola a suerte y verdad de gente adulta. Es domingo de nuevo como los dos anteriores aquí en el front, ni vi el sol que dicen salió, y estoy comiendo naranjas con la mano.