Amplitud Modular
En la mañana que salimos a ver el cielo limpio como si uno despertara en el refugio nucliar faltaban los cambios del tiempo cada noventa años. Apenas un pájaro y el polo norte del colchón, dije bueno: probemos la radio. La siete mares se portó bien, sin armaduras de hielo, porque resulta que en este barrio la AM sale clarita, y pude volver a un sonido que hace tanto no resultaba, paseando por todo el dial (ey, radio es diario, y si rima, también comentario). El día pasó entre abrigos y cuando llegué con las verduras nuevas todo el campamento estaba sin luz...Tuve que ver uruguay brasil en un helecho y dicroicos de caning, y zas, la maravilla. Encendí la fm mínima y esa voz, el gran loco de la colina me hizo llamar a socios y socias para avisarles de la vuelta con la misma gracia y sin yunque (¿te acordás cuando fuimos al estudio esa noche?), hasta disqué, y me puso tarjeta negra, territorio del infierno. Comía, hacía personajes, chivos de hoteles, el rambling eterno pero calmo. El sábado, apoyado en la puerta de la emisora por la noche, lo vi al otro grande de la medianoche y me dio su tarjeta. Hora de volver al mic, creo.
Esquina del sol
Hablé de vos. En el kilombo atroz de la mitá del día, entre el cumple noventa de mi abuela y la internación por suerte todo bien de mi abuelo, hablé como media hora de vos con tu amiga, pensando que ya no iba jamás a hacer cosas así. Mañana iba a llevarme la bici naranja, traerla a la casa nueva, andar entre veredas para llegar a una margarita pura, con todos nosotros: pero el casa miento de tamara es al mediodía, entonces todo lo que digo se vuelve de nuevo un cardinal hacia la costa que veo de carmel. Bajá por la uno, torcé en la 101 me dijo michel cuando almorzábamos y no planeaba nada salvo el atardecer llevando los muñecos que tengo para el príncipe de nuñez, antonio. Si todos los nombres se hacen guirnalda esta madrugada, es que pude asentar un pedacito en esta zona nueva de jardines como clips, inmaculada en el frío, con letras de canciones indestructibles, con mi hermana que llegó de mejico con sabiduría y sin acento. Vuelvo al día, te remonto y hablo clarísimo para que comprendas que dejando de ser la única sos parte de otro mundo, y en la tentación ayer de contarle todo a mi tía que te ama, me callé la boca: pero hubiera sido a destiempo, cuando en vez de ocupar un cuarto de estos cuatro necesitás vivir sola tantos años. Si pudiera, si supiera, me reinvento prístino, entre la costa central y las calles de unguento, el niumodel donde espié la demolición y encontré la pared que llevaba al primer piso, aráoz, incomprensible. No me leas. No me creas.
Me, Retiro
En julio de 1930, Alberto Siegrist dibujó la esquina de Alem y Tres Sargentos. En el trazo menos firme y brumoso, se explica un rasgo más actual, irreconocible la casa y el árbol quieto sobre la avenida ("siéntate a ver el día..."). Recuerdo que el año pasado, en una búsqueda similar pero hacia dentro del barrio, encontré para el comandante una foto original del palacio antes que lo demolieran. Se trata del sentido y el humo de un lugar que amamos porque, justamente, no tiene residentes fijos: un taxista me contó que vivía sobre reconquista en los cincuenta y solamente había marineros noruegos y chicas que los acariciaban. Mi querido hermano Iván estuvo hoy toda la tarde ayudando a empacar y llevándose presentes, encontramos variados comics de mucho valor pero mayores en emoción completamente pegoteados por el agua de aquel día, no me reconoció en una foto (tenías, uh, el pelo más largo), todavía lo que no es papel impreso no sabemos dónde meterlo, pero queda una sola noche aquí. ¿Cómo será caminar entre niños y perros, seres que nunca estuvieron de este lado de la plaza? ¿Volverán las siluetas de otras noches, como el sábado, y la risa de siglo que viene? Próximo dispatch: de este lado de cáning.
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