Tengo el registro, ahora viene el soporte


En el abismo, abajo, hay como si fuera un tanque de agua una plancha donde instalarse (es tan...que...), aún sin respiro: mi casa. Pasar cuarenta y ocho horas en el encierro del retiro no trae demasiadas enseñanzas, solo unos brillos ahí en la pared del patio que no se volvió descascarada: el deporte que prometo, los sistemas abiertos que aprendo, y el diseño de una red pura en todos los aspectos materiales de la vida. Aprendo de protocolos técnicos inventados desde el sesenta y nueve, y parecen de ahora, porque son, construyen esta red y la sostienen. Salir a la plaza a mover músculos, diseñar algún dispositivo que vaya incorporando la convergencia en la música al sur del río grande en forma digital aunque todavía queden cinco años de sequedad en los discos y piratería como orquesta en cada rincón del país...Viene, claro, un soporte nuevo y una distribución posible, pero falta mucho tiempo. Mientras tanto, tout le reste, vendamos discos (mientras a veces los compremos). La mezcla entre lo denso desde adentro y un orden fantasmático que todo va conectando y cruzando como magia es la ecualización, lúgubre y táctil, en la remera, en la mesa, en el estudio de grabación, en la letra. Como lo artesanal del mientras tanto. Sin escuchar ya las voces que no me sirven, con la elección del demagogo, y las frutas de verano que llegan por quilos y se van en tu bolsillo.

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