Los lindos quilombos

En la frontera de la poca lengua que quedaba por recorrer, entre las palabras que volvían a sonar fijas del té a la sandía pícara: por las coincidencias, abajo de los mismos lugares. Sobre Ashbury 710, que una vez mi primo me señaló, se eleva el cessna donde ella vino, a nacer. Un poco arriba del mapa, en el camino del tinto y las casas espesas, pudimos cruzarnos de verano, santa rosa poquito a poco. Escuchándonos de cerca, this, american, life. El aula de Ramos Mejía con todos los carteles pegados. Tan igual, acá, enfrente de la panadería. No dije nada de nada, recordé todas sus frases en el español perfecto que ya me olvidaba. Canté, dije su nombre mil veces a cientos de caras conocidas, pero el relato seguía, y francia o suiza o todas las playas del sur, acordate, tengo sueño, bailar de repente es despertarse, quedáte, recién empezamos y volvés dentro de muy poco al obelisco, algo me pasa con vos, ¿cómo es eso que tus padres se siguen queriendo?

2 comentarios:

p.d. alvarez dijo...

Tal vez los padres siempre se siguen queriendo, a pesar de.

La calle Ashbury, junto al parque.

Montanita dijo...

Tal vez los padres siguen queriendo ser padres, nada más. Mitos perdidos siguiendo en los sueños. Vivimos en nuestras mentes.